Ziranda

Fragmentos*

Bolívar Echeverría**


Revista de la Universidad de México, Núm. 620, febrero, 2003.

Di algo en alemán

Tal o cual cosa no es "decible" en la lengua A, dice en la lengua B un hablante natural de ésta que cree conocer bien la primera. Y dice con ello una tontería, puesto que, si esa cosa no es "decible", menos aun es "deseable de decir"; el sujeto hipotético que querría y no podría decir algo es un sujeto absurdo, abstractamente universal, que en verdad no podría decir nada en ninguna lengua, puesto que no tendría una lengua hablable, concreta, natural ("materna"); un sujeto para el que el concepto, como contenido, no tendría una relación de interioridad con la palabra, que sería simplemente su vehículo. Voluntad de decir una cosa y disposición de esa cosa a ser dicha van juntas. Para desear decir esa cosa, que cuando debe decirse en la lengua A se cambia de repente por otra, el sujeto lingüístico formado en la lengua A, la voluntad de decir en A, tiene que convertirse en voluntad o sujeto operante en la lengua B, esto es, pasar a ser otro. Convertirse al mismo tiempo en extranjero para los otros, en cohablante extraño de la lengua B para sus hablantes naturales, y en extranjero para sí mismo, como representante de los hablantes naturales de la lengua A. Es un paso que implica siempre la postulación de una lengua tercera, virtual, rebasadora y mestizadora de las dos –que son impermeables entre sí–; porque el traslado o la "translinguación" son siempre imperfectos, incompletos; porque la metamorfosis del hablante natural de A en hablante de B queda siempre a medias y porque, sin embargo, su uso "deformador" de B resulta finalmente válido para sus cohablantes, los hablantes naturales de B. El habla a la que el extranjero somete a una lengua es uno de los principales instrumentos de la autotransformación histórica de ella; es la que la lleva a ejercer, enfatizada como conflicto, la productividad muy especial de la función metalingüística, cuyo descuido puede tener para ella consecuencias mortales.

 

La Malinche y el látigo

Quién diría que Malintzin, la lengua, la que hacía del malentendido un sutil medio de entendimiento, de afirmación de la vida, compartía su profesión con una cosa siniestra, afirmadora de la muerte, con el látigo. En Mauthausen, cuenta Marsalek, "al látigo de goma se le llamaba der Dolmetscher, el intérprete: el que se hace entender por todos".

 

La chola Julia

El monstruo mestizo ha tenido a su cargo el dinamismo de la historia de la cultura; ha transitado de ser primero despreciado como una malformación, a ser consagrado como modelo clásico.

Hace cuatro siglos y medio, cuando comenzaba a imponerse la modernidad, la india Malinche propuso en la práctica la misma solución al problema de la afirmación de una identidad social concreta en medio del proceso de universalización de lo humano que ahora, cuando la misma modernidad parece cerrar su ciclo histórico, encuentra también Julia Kristeva. Se trata de una solución que difiere de la que se genera espontáneamente en el escenario del mercado: la del apartheid de las identidades, de la tolerancia y la indiferencia ante lo otro. Su solución era la del mestizaje; una estrategia que parte de una falta de respeto ante la autoridad de todo lo heredado, lo propio y lo ajeno en igual medida, de una toma de distancia irónica ante la forma consagrada de todas las identidades tradicionales, y que se desarrolla como una crítica admirativa de lo otro a través de una autocrítica desencantada de lo propio; como un rebasamiento de la tolerancia que lleva a la identidad de cada quien a meterse con la otra en términos de igualdad, para devorarla al mismo tiempo que se deja devorar por ella.

De esos vasos comunicantes [entre la lengua francesa, que invade, y la lengua búlgara, que cede] emerge una palabra extraña, extranjera a sí misma, ni de aquí ni de allá, una intimidad monstruosa... Yo soy [dice Julia Kristeva, como debió haberlo pensado la india Malinche cinco siglos atrás] el monstruo de una encrucijada. En el cruce de dos lenguas y de por lo menos dos tiempos, amaso un idioma que busca vestigios para extraer las alusiones patéticas, y bajo la apariencia lisa de estas palabras francesas, pulimentadas como la piedra de las pilas bautismales, descubro el oro ennegrecido de los íconos ortodoxos. Gigante o enano, el monstruo disfruta el jamás estar conforme consigo mismo, al tiempo que exaspera a los autóctonos, a los del país de origen y a los del país que lo recibe.

  El monstruo mestizo ha tenido a su cargo el dinamismo de la historia de la cultura; ha transitado siempre, de ser primero despreciado como una malformación, a ser finalmente consagrado como modelo clásico. Sólo que esta secuencia, que en épocas premodernas sucedía en escenarios acotados y en un ritmo tan lento que ocultaba su contingencia y llevaba a que se lo creyera único y definitivo, tiene lugar ahora –en medio de la gravitación generalizada que nos lleva a todos más allá de la modernidad– como un proceso abierto al escenario mundial y a la intervención de otros procesos similares. El monstruo mestizo aparece ahora, en cada caso, combinando su singularidad con otras, alterando sus contenidos a medio camino y cambiando el ritmo de su ciclo; está integrado en una historia global de diversificación, sobre un piso que no tiene ya, como antes, la solidez de un territorio, sino la inestabilidad de las aguas de un río que no se sabe a dónde lleva.

  Más allá de la receta liberal para evitar "los Sarajevos y las Chechenias", la de proteger y hacer fructificar, en tolerancia de apartheid, las lenguas y las culturas nacionales, Julia Kristeva prefiere pedir que se acepte y se reconozca la presencia de la humanidad en mestizaje, esa "humanidad nómada que ya no desea permanecer tranquila en su lugar"; que se fomente la gestación de "nuevos seres de idioma y sangre, arraigados en ningún idioma y en ninguna sangre".

 

Estrategia barroca

No sufrir lo que le es impuesto a uno por la circunstancias, achicándose para que lo poco que llega sea suficiente, sino asumirlo como decidido por uno mismo: esto es comportarse de manera "barroca".

Reducir cada vez más las dimensiones de la propia vida, con el objeto de seguir viviendo, es una estrategia de vida que no es la barroca sino la de un realismo acosado por la imposibilidad de producir. La que sí lo fue es la estrategia que siguió el Presidente del Consejo Judío del ghetto de Varsovia: hacer que la vida de su gente sea rica en medio de la más extrema miseria, asegurar en la supervivencia de los huérfanos la continuidad de su pueblo. Sólo cuando ve que esto último ya no es posible, que el castigo del Dios de Abraham es total, que él mismo debe dar muerte a los niños que tiene a su cargo, mandándolos "hacia el este" (a los campos de exterminio), desobedece, tiró lejos el cuchillo del sacrificio y recurrió al suicidio.

  La estrategia barroca tiene siempre como horizonte al suicidio: afirmar la vida hasta en la muerte implica suponer que la posibilidad de hacerlo es limitada, que bien puede llegar el momento en que para afirmar la vida haya que terminarla. Por eso, tal vez el arte que habría que ir perfeccionando para el futuro próximo sea el arte del suicidio.

 

Barocchissimo

Aus der Not der Zeit ewige Tugend machen ("hacer de lo impuesto por el momento una virtud eterna"), presentar lo que es improvisado como si fuese algo premeditado; hacer una comprobación de poder de lo que fue un simple golpe de suerte.

  Hacer "que el mal venga por bien", "convertir la necesidad en virtud" (que es, en verdad, convertir en "necesario" lo "contingente"). No sufrir lo que le es impuesto a uno por la circunstancias, achicándose para que lo poco que llega sea suficiente, sino asumirlo como decidido por uno mismo, y de este modo transformarlo, convirtiéndolo efectivamente, en la medida de lo posible, en algo que es "bueno" en un segundo nivel, transcendente del primero (en el cual, sin duda, sigue siendo un "mal"): esto es comportarse de manera "barroca". Y es –dicho sea de paso– dar pie a la definición de lo que sería, según Heidegger, das Verhalten des Daseins in seiner Eigentlichkeit ("el comportamiento del ser humano en su autenticidad").

 

REFERENCIAS


^ * Bolívar Echeverría, "Ziranda. Fragmentos" en Revista de la Universidad de México, Núm. 620, febrero, 2003, pp. 106—107. Publicado en este sitio web bajo una licencia Creative Commons 2.5: Atribución—NoComercial—SinDerivadas.

^ ** Filósofo. Premio Universidad Nacional.

Creative Commons License

2017 bolivare.unam.mx

Powered by DailyMatrix