Ziranda

Desalojo*

Bolívar Echeverría**


Revista de la Universida de México, Núm. 622, abril, 2003

Ni mi casa es ya mi casa

Convencidos de que los territorios en que habitamos, con todas las riquezas que hay en ellos, pertenecen todavía al estado nacional que nos aglutina, hablamos de reivindicación o de entrega, de valentía o de cobardía de nuestros gobernantes.

  Pero ¿qué diríamos si, miradas bien las cosas, resultara que, hace buen tiempo ya, esos territorios dejaron de ser nuestros; que son propiedad de los Estados Unidos de América, estado al que sólo le falta hacer efectiva esa propiedad: tomar posesión de ellos?

La versión ética de la crisis de las soberanías nacionales no sólo en la América Latina sino en general es la ausencia de una confianza en las energías de la sociedad, en su capacidad de recomponerse y restaurar su sujetidad.

  Como esos predios urbanos en los que desde hace tiempo se anuncia la construcción de un edificio, pero en los que no hay otra cosa que una ruina que año tras año se deteriora cada vez más, el patrimonio territorial de los estados nacionales latinoamericanos es una posesión de la que éstos no pueden disponer soberanamente, a la que no pueden encauzar por una política económica diferente de la que permite el detentador de la hipoteca. Pero el propietario real del mismo no hace tampoco nada con él; saca provecho de su inactividad. Cobra, eso sí, mientras tanto, a los estados que lo habitan, una renta, que éstos pagan a regañadientes, nunca puntuales, y siempre sólo en parte, dejando que crezca la deuda mayor.

  Muchos se percatan de que esto no es sólo una suposición, pero no se atreven a decirlo porque la perspectiva de solución desde la que lo hacen es por lo pronto inconfesable: su "utopía" es la de unos USA que se decidieran por fin a tomar posesión de lo que les pertenece –“nuestros” territorios–, y que entonces, integrándolos como parte formal de su patrimonio, se vieran obligados a "hacer algo" con ellos y sus habitantes, algo que debería ubicarse al menos a la altura de lo que suele suceder en un “estado libre asociado”. Lo que no tienen en cuenta, aparte de la generalización de la esclavitud que ella taería consigo, es que esa toma de posesión sería una tarea mil veces más grande de lo que fue la de conquistar el Oeste, y que la empresa necesaria para cumplirla está ahora más allá de las fuerzas aún voluminosas pero de estructura ya caduca de la Unión Americana.

  “Ya lo veremos”, le habrá dicho Monroe a Bolívar, y a quienes nos ha tocado verlo es a nosotros.

 

Hitler y Trujillo

La diferencia entre los significados de “führer” (guía providencial) y de “caudillo” (hombre fuerte) es indicativa de la diferencia entre la cultura política puritana y la católica. El que recibe la gracia y el que se la merece. El que guía al movimiento y el que crea el movimiento; el que se pone a la cabeza del mismo y es empujado por él, y el que lo lleva como cola (cauda) o que “tiene arrastre”. Hitler y Trujillo. Pero cada uno dice que es lo contrario de lo que es. El führer dice que de él emana y de él depende el orden, el sentido  del movimiento ("¡Qué suerte tuvo el pueblo alemán al haberme encontrado!"), cuando en verdad sólo pastorea su caos. El caudillo dice que él sólo obedece, sacrificándose, al llamado del pueblo, ("Acepto sobre mis hombros nuevamente el pesado encargo de gobernaros"), cuando en verdad le impone su capricho como norma necesaria. El primero se dice dictador y totalitario, cuando en verdad es plebiscitario e inestable; el segundo se dice “democrático popular" y "comprensivo", cuando en verdad es dictador y totalitario.

 

Quid pro quo

Una metáfora sobre las causas de la permanencia del PRI, pese y a través de su larga claudicación como proyecto de política económica y de su desmoronamiento espectacular en el escenario electoral, tendría que presentarla, más que como fruto de la adicción de un organismo social a una droga llamada “prixina” y menos aun que como un rasgo constitutivo de la “mexicanidad”, como un pri-virus cibernético o mensaje mínimo perturbador del comportamiento político mexicano. El virus sería un híbrido, una combinación inestable de dos culturas políticas modernas incompatibles entre sí, que se habrían mostrado incapaces de vencer la una sobre la otra o de mestizarse y transitar a una cultura política alternativa. Sería un intento perverso de confundir dos tipos contrapuestos de legitimación de la autoridad del gobierno, el que la afirma como efecto de la representación de la sociedad civil y el que la reivindica como resultado de la identificación con el pueblo.

 

Metamorfosis

La versión ética de la crisis de las soberanías nacionales no sólo en la América Latina sino en general, es decir, el modo como afecta a la función central del ethos moderno el hecho de la obsolescencia e inoperancia de las distintas empresas estatales y sus respectivos proyectos de nación, es la ausencia de una confianza en las energías de la sociedad, en su capacidad de recomponerse y restaurar una sujetidad. Confundiéndola con la nación que le dio por tanto tiempo configuración y existencia histórica “real”, los individuos de hoy perciben a su sociedad como agotada, carente de voluntad y de perspectivas, y se perciben a sí mismos como elementos de una socialidad puramente privada y fugaz, conectados entre sí en el plano de lo público y permanente de manera sólo casual por el mecanismo ciego –posiblemente autodestructivo– de la “aldea global” tecnológico financiera.

 

¡A esconderse, que ahí viene la basura!

-“Rápido, no sea que nos recoja y nos lleve a donde nos corresponde: al basurero, al barranco de los desperdicios.” La autoconciencia alegre, autosatírica, como conciencia de la inferioridad de clase, de etnia, de “nivel cultural”, de adscripción moral, de nivel ontológico. “Somos lo último, lo no reciclable, lo plenamente prescindible.” Pero una autoconciencia que no se abruma sino se rescata, que se rescata en el otro escenario, el festivo-estético, dejando de lado, tal vez no con desdén pero sí con humor, el escenario de lo real, donde reinan los triunfadores. Autoconciencia que llega bailando el cha-cha-chá.

 

REFERENCIAS


^ * Bolívar Echeverría, "Ziranda. Desalojo" en Revista de la Universidad de México, Núm. 622, abril, 2003, pp. 63—63. Publicado en este sitio web bajo una licencia Creative Commons 2.5: Atribución—NoComercial—SinDerivadas.

^ ** Filósofo. Premio Universidad Nacional.

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