Las ilusiones de la modernidad

Bolívar Echeverría


Presentación

 

Ecco la fiera con la coda aguzza!
Dante, Inferno, XVII

 

Cuando la complejidad de la vida social desborda y pone en peligro las formas que la organizan y la hacen posible, y que han sido justamente el punto de partida de tal complejidad, dichas formas entran en un periodo de inestabilidad: de descomposición y recomposición incesantes. Se empeñan –intentos muchas veces desesperados–  en alcanzar "mutaciones readaptativas" que deben, según ellas, salvarles de su muerte anunciada. Este proceso, que es propiamente el de la crisis de una época, puede estabilizarse en su inestabilidad, adquirir consistencia y perdurar; llega entonces a reclamar para si toda una época: una época a la que llamamos "de transición".

  Nadie puede tener dudas ya, después del colapso del "socialismo real" en los países de la Europa centro oriental, de que los tiempos que vivimos son tiempos de transición. Lo que no está claro, sin embargo, es la magnitud, la profundidad y el alcance, de la misma.

  De los muchos estratos de historicidad que suelen reconocerse en la vida social –unos mas profundos, otros mas superficiales, cada uno con su ciclo y su ritmo propios–, (¿cuales están involucrados, y en que concierto, en este proceso de transiciçon? ¿Qué es lo que esta en juego, en última instancia, más allá de realidades coyunturales como serían la hegemonía de un centro económico y su modalidad peculiar de capitalismo, el predominio de una política económica determinada (estatalista o (neo-) liberal) u otras parecidas? ¿Se trata de la forma de la vida económica en cuanto tal, que ha sido rebasada por el crecimiento del mercado mundial y del orbe económico capitalista y por el empleo masivo de procesos técnicos que ya no obedecen al esquema productivo fundado por la Revolución Industrial del siglo XVIII? ¿Son las instituciones decimonónicas de la vida social, que ya no pueden dar cuenta de equilibrios demográficos y distribuciones étnicas trastornados, de comportamientos morales (públicos y privados) inauditos, de tácticas heterodoxas en la lucha de clases? ¿Es el escenario nacional-estatal de la vida política, con las reglas de juego de la democracia burguesa, que ha sido desbordado por personajes, tramas y acciones que no existían cuando fue diseñado? ¿Son las formas culturales que han dado vitalidad al valor de uso tradicional en Oriente y Occidente, que se encuentran en busca de un enraizamiento diferente, una vez que han perdido sus antiguos fundamentos? ¿Es el “esquema civilizatorio” en cuanto tal, que intenta reformularse radicalmente, dada la inversión de la correlación de fuerzas arcaica entre el Hombre y la Naturaleza? ¿O se trata de todo esto, y de mucho más, en un conjunto complejo de realidades definitivamente condenadas, cuya crisis sin salida tendría alcances apocalípticos?

  Los ensayos reunidos en el presente volumen quisieran poner a prueba una propuesta de inteligibilidad para la época de transición en que vivimos. Es una propuesta que localiza en la crisis de la modernidad ciertas claves centrales para la comprensión de todas las otras.

  El advenimiento de una nueva edad de las fuerzas productivas, cuyos antecedentes se remontan hasta la época clásica, con el aparecimiento de la tecnología racional en el trabajo y del intercambio mercantil en la circulación de la riqueza, trajo consigo un reto para la capacidad civilizatoria del ser humano. La modernidad puede ser entendida corno la respuesta múltiple que la sociedad humana ha podido dar a este reto a lo largo de la historia. De esta multiplicidad, el intento mas ambicioso, y el que ha prevalecido sobre los otros, ha sido sin duda el de la modernidad construida por la civilización occidental a través de la historia europea. El secreto de esta modernidad –que fue la clave de su éxito y está siendo también la de su fracaso–  ha estado en lo que desde hace al menos un siglo llamamos “capitalismo.” Se trata de un dispositivo que le permite aprovechar y potenciar mejor que ninguna otra los efectos de esa revolución en las fuerzas productivas, y que consiste centralmente en la conversión de la desigualdad social que siempre existió en el trabajo, es decir, de la explotación de unos por otros, en algo que esta explotación nunca fue: una especie de “condición técnica de segundo orden,” indispensable para el funcionamiento de esas fuerzas productivas, esto es, para que la conjunción propiamente técnica ,del trabajo con los medios de producción pueda tener lugar. ¿De qué manera se encuentra conectada esta estructura profunda de la modernidad capitalista con el acontecer histórico que se vive efectivamente, con los mitos que otorgan dramaticidad y sentido a los comportamientos de la vida cotidiana? Esta es la pregunta que subyace en los textos reunidos en el presente volumen. Las aproximaciones que se hacen en los primeros ensayos a temas de historia de la política –particularmente al de la caducidad y la actualidad de socialismo– y de historia de la teoría –a ciertos aspectos de las obras de Braudel, Heidegger y Lukács–  preparan el intento de sistematización que se esboza en el ultimo, en el que se pretende argumentar en contra de quienes conciben la crisis actual corno una crisis de la modernidad en cuanto tal o corno una crisis de crecimiento de su modalidad capitalista y en favor de quienes piensan, por el contrario, que se trata de un proceso en que la modernidad que ha prevalecido ya por tantos siglos pugna por mantenerse en su sitio, cambia de piel a través de grandes cataclismos históricos y de mínimas catástrofes cotidianas, acosada por una forma alternativa de modernidad –una forma postcapitalista– que tal vez algún día llegue a sustituirla.

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