Modelos elementales
de la oposición campo-ciudad

Anotaciones a partir de
una lectura de Braudel y Marx

Bolívar Echeverría


Introducción*

Jorge Gasca Salas1

 

El texto que presentamos bajo el título de Modelos elementales de la oposición campo-ciudad se ubica en la problemática teórica e histórica a la que se abocan propuestas centrales en torno a la comprensión del capitalismo que encontramos en Karl Marx y en Fernand Braudel y que son retomadas y desarrolladas por Bolívar Echeverría. Estas notas se enfocan particularmente en la cuestión relativa al origen del fenómeno urbano citadino en general y se indaga en términos esenciales lo concerniente a la fundamental cuestión de por qué surge la ciudad. Esta interrogante, que a su vez forma parte de la temática relativa a la oposición campo-ciudad y los caminos que la misma ha seguido históricamente, ha sido muy poco asumida en las investigaciones especializadas no obstante la extensa bibliografía existente al respecto.

  Sin la explicación de este objeto complejo que es la ciudad sería imposible la comprensión de la sociedad moderna, de la que es constitutiva y constituyente. Las contribuciones fundamentales a esta problemática se encuentran en la obras de Karl Marx, “Formas que preceden a la producción capitalista. (Acerca del proceso que precede a la formación de la relación de capital o a la acumulación originaria)” (“Formen”), en Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858; Max Weber, La ciudad, principalmente el ensayo “La dominación no legítima (tipología de las ciudades)”, de 1921, y Fernand Braudel (Civilización material, economía y capitalismo: siglos XV-XVIII, de 1979).

  Por otro lado, el problema específico relativo al origen de las ciudades es tratado desde una perspectiva antropológico-cultural por Gordon Childe (Los orígenes de la civilización, de 1936) y Lewis Mumford (La ciudad en la historia, de 1961) así como por Gideon Sjoberg (“El origen y evolución de las ciudades”, de 1965) y Kingsley Davis (“Las primeras ciudades: ¿cómo y por qué surgieron?, de 1973).
La dificultad para responder a la pregunta de por qué surge la ciudad ha propiciado otras interrogantes acerca de dónde, cuándo y cómo surgió la ciudad que, aunque también guardan un alto grado de dificultad, que han tenido mejor respuesta por parte de la arqueología, la paleoantropología, la etnoarqueología y la geología, cuyos métodos de medición, análisis químicos y de conteo del tiempo se apoyan en recursos técnicos de registro y análisis cada vez más sofisticados.

  Por su parte, Bolívar Echeverría aporta un cúmulo de proposiciones clave en torno a la genealogía de la ciudad y los problemas implicados en la problemática contemporánea relativa a los fenómenos urbanos. Podríamos distinguir cuatro grandes temáticas en las que inciden estas contribuciones:

1) Generación originaria de la distinción campo-ciudad.
2) El origen de la ciudad.
3) Pautas civilizatorias en el estudio histórico de la ciudad.
4) Historicidad de las formas contemporáneas de uso capitalista del espacio social.

 

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Por “generación originaria” entendemos el doble proceso originario de formación de la socialidad humana y la edificación de “mundo”. En Modelos elementales se aborda la distinción entre la ciudad y el campo desde la perspectiva de una teoría general de la sociedad destacando el sentido fundamental de las dos dimensiones básicas de la existencia humana, la dimensión física y la dimensión política.

  A partir del concepto de proceso de reproducción social, retomado de manera creativa de la teoría de Marx, Bolívar Echeverría expone el entretejido de la espacialidad y la temporalidad social desde el cual se distingue la cualificación física y política del campo y de la ciudad.

  El sujeto social se completa como “humano” mediante la autoformación individual y colectiva en la medida en que se da forma a sí mismo y a su existencia colectiva, a su socialidad, con lo cual establece su determinación política.

  Para Bolívar Echeverría, la distinción del tiempo ordinario o cotidiano y el tiempo extraordinario se constituye simultáneamente a la producción, la distribución, el cambio y el consumo, momentos fundamentales de la generación de la riqueza social que tienen lugar en el espacio de la socialidad. El tiempo ordinario corresponde al tiempo del trabajo y la monotonía; el extraordinario al de la fiesta, la reunión colectiva y la política en general. Por otro lado, el fundamento de la diferenciación espaciotemporal entre lo rural y lo urbano radica en que la producción y el consumo como momentos extremos y fundamentales del ciclo general de la generación de la riqueza social son mediados por el momento circulatorio (distribución y cambio). Dependiendo de la variación de esa mediación funcional que se proyecta sobre el eje territorial, la separación entre el campo y la ciudad será más notoria y evidente; el ciclo general de la riqueza y el proceso de la reproducción social encuentran su determinación en el espacio y en el tiempo proyectándose sobre el eje territorial mediante la separación de los momentos fundamentales de la producción y el consumo respecto de los momentos secundarios de la distribución y el cambio (circulación). En esta observación sumamente aguda radica una de las aportaciones de los Modelos elementales para la explanación de la distinción entre campo-ciudad y construye la base sobre la cual es posible comenzar a responder la pregunta fundamental acerca de por qué surge la ciudad.

 

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Estos aportes de bolívar Echeverría ofrecen un conjunto de categorías mediante las cuales es posible una explicación fundada de la génesis de la ciudad. A las preguntas de dónde y cómo surgen las ciudades que se plantean en la arqueología, la geografía, la historia, la economía, la geología y la paleoantropología, Bolívar Echeverría responde, desde la historia y la teoría, mediante el empleo de la teoría marxianas de la forma natural de la reproducción social e ilustra su respuesta echando mano de la propuesta braudeliana de “elección civilizatoria”, así como de la noción foliniana de concentración de los medios de producción y de la fuerza del trabajo, también proveniente de la teoría marxista.

  Echeverría retoma estos conceptos para desarrollar una propuesta tipológico-historiográfica que explica el despliegue territorial de la ciudad a lo largo de la historia. Desde otro ángulo, también se podría considerar el aporte de Bolívar Echeverría como una variante propia de la noción de “tipos ideales” de Max Weber llevada al estudio del  fenómeno que Fernand Braudel conceptualiza como “protociudad” y que apenas esboza en su obra.

  En Modelos elementales se retoman de la historiografía braudeliana los conceptos de “elección civilizatoria” —contrapuesto al ya anquilosado simplismo del “determinismo geográfico”— y de “civilización material”. La “elección civilizatoria” es un proceso social-natural colectivo, un acto de definición colectiva y un “proyecto primigenio de humanidad”. La naturaleza le ofrece al hombre ciertas condiciones (geológicas, climáticas, hidráulicas, etcétera) que éste acepta o rechaza, es decir “elige”, para establecer un determinado “proyecto civilizatorio” incipiente sobre el que se despliegan las distintas potencialidades de humanidad a lo largo del mundo a partir de sus correspondientes pautas tecnológicas. El concepto marxiano de forma natural de la reproducción social permite captar la relación esencial hombre-naturaleza en la doble dirección de “parasitismo” (Braudel) y de “metabolismo social” (Marx). Asimismo, el concepto de concentración de los medios de producción y de la fuerza de trabajo abre el camino para construir el concepto de ciudad a partir de la idea establecida por Marino Folin según la cual la ciudad y el territorio constituyen un “capital fijo” determinante de la relación básica de la vida material establecida espacialmente:2

La permanencia [contradictoria] de la forma de ciudad, forma particular que asume la concentración de los medios de producción y de la fuerza de trabajo (aun cuando por concentración entendamos no valores absolutos, sino relativos), no se explica tanto por algunas contradicciones específicas del modo de producción basado en el capital como por la constatación de momentos históricamente distintos en cuanto al uso del territorio, o por la presencia de lugares destinados a fases distintas del proceso de producción y reproducción del capital social.3

De acuerdo con Marino Folin, la “permanencia de la forma de ciudad” depende fundamentalmente, pues, de la forma peculiar que asumen en el territorio la “concentración” o “dispersión” de los “medios de producción” y de la “fuerza de trabajo” como determinantes de la relación básica (económica) de la vida material. Así, “concentración”, “permanencia” y “sedentarismo” son condiciones tanto de la aparición de la ciudad como de la acumulación del capital, condiciones cuya presencia permite constatar la existencia de “momentos históricos distintos en cuanto al uso del territorio” y establecer una diferenciación de lugares determinados por “fases distintas del proceso de producción y reproducción del capital social”.4

  Bolívar Echeverría lleva esta idea mucho más lejos. Vincula la concentración o dispersión de los medios de producción y de la fuerza de trabajo con el ciclo general de la generación de la riqueza social y con el proceso de reproducción social en su conjunto para derivar de ahí la diferenciación entre campo y ciudad. Allí donde los momentos de la producción y el consumo son predominantes surge el estatuto de lo rural, dominado por el tiempo ordinario y rutinario, y cuando el momento circulatorio es el predominante éste se proyecta en la vida urbana y en el tiempo extraordinario. Esta generalización a la vez amplia y abstracta se establece como nexo fundamental con las nociones braudelianas de “elección civilizatoria” y “civilización material”. El empleo de estos conceptos permite explicar los emplazamientos que a lo largo y ancho del planeta han dado lugar a las diversas “opciones de civilización” o “proyectos civilizatorios” que han sido predominantes en Oriente y Occidente. Sobre esta base Bolívar Echeverría distingue lo que él denomina, siguiendo a Max Weber con cierta precaución, “tipos ideales” o “tipos elementales” de ciudad, los cuales, a su vez, corresponden a determinados “modelos elementales de oposición campo-ciudad”.

  En esta exposición la diferenciación cultural-civilizatoria entre Oriente y Occidente de acuerdo con tres aspectos fundamentales: 1) la distinción entre Oriente y Occidente (Marx-Weber-Braudel), 2) la idea de las “formas de concentración espacio-territoriales” de los medios de producción y de la fuerza de trabajo (Marx-Folin) y 3) la idea de relativa al “hombre histórico” como aquel sujeto que se mueve entre los “polos” constituidos por el “movimiento” y el “asentamiento” (Mumford). A partir de estos tres elementos Bolívar Echeverría construye las formas típicas en que el territorio ha sido ocupado por las distintas formas de oposición campo-ciudad sobre las cuales descansan los distintos “proyectos de humanidad”. Estas pautas civilizatorias corresponden a diversas configuraciones de la oposición campo-ciudad que han existido en la historia de la humanidad y que Bolívar Echeverría clasifica de acuerdo al siguiente criterio: Occidente (sedentario), Medio Oriente (nómada) y Oriente (sedentario).

  De este modo Bolívar Echeverría enlaza la historia de Oriente y Occidente con base en la tríada epistemológica historia-economía-teoría social articulada mediante los conceptos historiográficos de Fernand Braudel, la teoría de Marx sobre el modo de producción asiático y las observaciones sobre las sociedades precapitalistas que encontramos en las “Formen”.

 

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Con base en las modalidades de ocupación del territorio, la concentración de medios de producción y fuerza de trabajo, Bolívar Echeverría distingue tres arquetipos que se desprenden de las formas primigenias elementales de oposición campo-ciudad que son los siguientes:

1) aldea-campiña (Occidente sedentario),
2) campamento-desierto (Medio Oriente nómada), y
3) asentamiento-plantación (Oriente sedentario).

  Sobre estas formas de uso del territorio se edificarán las complejas formas civilizatorias a las que corresponden tres tipos de ciudades-civilizaciones:

1) en Occidente, las prósperas ciudades comerciales y económicamente más organizadas en el espacio y en el tiempo sobre las cuales se erigirá la cristiandad románica y tendrá lugar la acumulación de riqueza que dará pie al moderno capitalismo;
2) en el Medio Oriente, las ciudades comerciales, tan deslumbrantes como evanescentes, y
3) en el Oriente, la altísima organización de los medios de producción rudimentarios y de la fuerza de trabajo devendrá en “sociedades hidráulicas” y en el denominado “despotismo oriental”.

  Los “modelos elementales” que propone Bolívar Echeverría corresponden a las pautas sobre las cuales se edificarían las futuras civilizaciones que caracterizan en general los patrones o formas de uso civilizatorio del espacio geográfico. Se trata de “esquemas” o “modelos” que nunca existieron en la realidad, esto es, son “pautas posibles”, “caminos civilizatorios virtuales” que no se encuentran nunca en “estado puro”, sino siempre en combinaciones que pudieron desarrollarse bajo condiciones y circunstancias ambientales, tecnológicas y sociales existentes de manera concreta.

  Esta aportación es especialmente valiosa por su sentido y apego al método lógico-histórico —como lo llamó Maurice Godelier (Las sociedades precapitalistas)— y de gran relevancia para la investigación sobre la prehistoria y el precapitalismo en general dado que permite una síntesis de las fuentes clásicas de la historiografía, la economía y la teoría crítica social contemporáneas.

 

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En Modelos elementales de la oposición campo-ciudad también encontramos elementos que permiten una explicación plausible de fenómenos que caracterizan a la ciudad capitalista en cuanto tal y de las formas contemporáneas de uso del espacio social. Bolívar Echeverría desarrolla su exposición como desdoblamiento de los planos histórico-territoriales que se sobreponen en las distintas formas de uso del espacio prevalecientes en la ciudad capitalista actual.

  En esta exposición se presenta a) una “tipología de ciudades” como complejo jerarquizado de “tipos de ciudad”, b) una caracterización de las distintas economías-mundo como proyectos de capitalismo, c) una descripción de distintas figuras de gran-ciudad y metrópolis, y d) una explicación del desbordamiento de la ciudad en los gigantismos urbanos contemporáneos.

  a) A partir de la oposición originaria campo-ciudad Bolívar Echeverría distingue tres tipos de ciudad correspondientes a los tres tipos civilizatorios ya mencionados: la ciudad burguesa occidental, la ciudad comercial medio-oriental y la ciudad burocrático-sagrada oriental. La primera proviene de la aldea, es propiedad de toda la comunidad y es el origen de la “res-pública” así como sitio donde tiene lugar la “plasmación objetiva de la comunidad”. La segunda es derivada de la oposición ancestral campamento-desierto, aquel territorio mínimo itinerante (nómada) que da origen a la ciudad comercial medio-oriental como encrucijada de muchas sociedades nómadas, en floraciones sumamente fastuosas pero deleznables y efímeras. La tercera, la ciudad burocrático-sagrada, proviene de la oposición asentamiento-plantación que caracteriza al Oriente sedentario y es la sede de complejos asentamientos laboral-administrativos estructurados de acuerdo a técnicas de organización del trabajo y de la fuerza de trabajo cuya gran complejidad justifica la existencia de una burocracia sagrada dirigente. La importancia actual de estas consideraciones estriba en que la ciudad capitalista moderna se constituye como un “complejo jerarquizado de estos distintos tipos de ciudad” que la historia combina y que, como veíamos, nunca aparecen en forma pura.

  b) En Modelos elementales de la oposición campo-ciudad se destaca el papel fundamental que —tanto en Marx como en Braudel— tiene la ciudad en la consolidación de los distintos proyectos de capitalismo. Al comentar el concepto braudeliano de economía-mundo del cual se desprende la noción de “sucesión de centros”, Bolívar Echeverría señala, en forma sumamente incisiva, que la obra de Braudel permite observar no el “capitalismo” en general sino una multiplicidad de “proyectos de capitalismo”, y especialmente la idea de que “debajo de cada economía-mundo”, como centro de ella, se encuentra una ciudad, al mismo tiempo que debajo de cada ciudad-centro es claramente perceptible un diferente “proyecto de capitalismo”.

  c) En consecuencia con lo anterior, Bolívar Echeverría retoma de Braudel (tomo III de Civilización material...) la idea de una sucesión de ciudades-centro de las distintas economías-mundo. De este modo, un centro lo constituyó Venecia en la Edad Media, otro Florencia, otro Brujas, y así sucesivamente, hasta llegar a Londres en el siglo XVIII o París en el XIX. Quizá la última ciudad-centro de una economía-mundo, nos dice Bolívar Echeverría, es Nueva York; con ella culminaría la sucesión de figuras de “gran ciudad-metrópoli” y comenzarían otras que ya no corresponden a la ciudad burguesa occidental. d) La ciudad burguesa presenta una estructura característica integrada por una zona central donde se ubica el centro económico y financiero —la City—; el barrio residencial, alejado moderadamente del centro; el barrio bajo o barrio obrero, que circunda el centro y se alza como reminiscencia de la ciudad burocrático-sagrada oriental, y, finalmente, la periferia rural como mediación entre la “naturaleza” y la “ciudad”. Esta estructura ha sido desbordada ya por la “gran-ciudad” y la metrópoli contemporáneas, lo cual ha provocado una reconfiguración radicalmente distinta. Si bien con la ciudad burguesa el campo se mantiene como una entidad social aún respetada, con la aparición de la “gran-ciudad” y la metrópoli el campo es subordinado a ellas en forma definitiva y se convierte en mero apéndice de la periferia industrial. Se trata, concluye Bolívar Echeverría, de “entidades urbanas en espera de ser teorizadas”.

 

* * *

Finalmente, Bolívar Echeverría introduce un concepto nunca antes utilizado en los estudios sobre la ciudad, el de “renta tecnológica”, para invitar a la reflexión sobre el problema urbano de la sociedad capitalista contemporánea. Mediante este concepto, derivado de un minucioso análisis de la teoría de Marx referida a la “ganancia extraordinaria” y, fundamentalmente, de la renta que obtienen los propietarios de los “medios de producción no producidos” (la tierra y la tecnología),5 esboza una explicación de la problemática que subyace a la realidad que les es común a las ciudades latinoamericanas. La tierra y la tecnología constituyen una peculiar clase de mercancías que “tienen un precio sin tener ningún valor”, es decir, por las cuales debemos pagar un precio aunque ellas mismas no sean productos de un proceso de trabajo ni, por lo tanto, portadoras de valor.6 Desde las últimas décadas del siglo XX los propietarios monopolistas de la tecnología han estado en capacidad de exigir más renta que los propietarios de la tierra, el material de que están hechas las cosas. La industrialización precaria latinoamericana, dependiente de las grandes economías monopolistas de los países industrializados, es la causa de que sus economías se sustenten en la “renta de la tierra”, a diferencia de las grandes economías transnacionales, cuya fuente de ganancia se basa en la “renta tecnológica”. Hoy día la subordinación de las primeras a las segundas se ha vuelto absoluta, y en ese juego de dominación económica, las necesidades del uso capitalista del territorio han impuesto la devastación de la naturaleza en general y del campo en particular. En los países de América Latina esta devastación se ha trasladado del campo a la ciudad. Debajo de este proceso se desarrolla la relación conflictiva campo-ciudad que es, a su vez, el territorio en el que tiene lugar la confrontación entre los “señores de la tierra” y los “señores de la tecnología”. En este libro se establecen, a manera de anotaciones-clave, las pautas fundamentales de una explicación del origen, relevancia e implicaciones de la ciudad en una definición crítica del concepto de capitalismo construido a partir de una lectura erudita y creativa de la historiografía de Braudel y de la teoría de Marx. Se trata de una aportación sumamente valiosa a la teoría social en general, a la historiografía en particular y a la teoría urbana en especial. Asimismo, en estas páginas se resume una ardua labor de análisis, identificación, construcción, empleo de conjuntos interpretativos y explicativos de aspectos fundamentales de la realidad contemporánea. El lector de anotaciones encontrará aquí, gracias al esfuerzo crítico de uno de los pensadores más agudos y penetrantes del siglo XX, una aportación teórico-histórica imprescindible para el estudio de las ciudades, esos complejos palimpsestos en espera de ser descodificados sobre los cuales se asienta la moderna sociedad capitalista.

 

REFERENCIAS


^ * Agradecemos a Jorge Gasca habernos permitido reproducir esta introducción para que los visitantes de esta página web puedan leerla de manera libre. Publicado bajo una licencia Creative Commons 2.5: Atribución—NoComercial—SinDerivadas.

^ 1 Profesor—Investigador del Instituto Politécnico Nacional, SEPI, ESIA—Unidad Zacatenco. Doctor en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Autor de los libros: La ciudad, pensamiento crítico y teoría (2005) y Pensar la ciudad: entre ontología y hombre (2007), editados por el Instituto Politécnico Nacional.

^ 2 Véase Marino Folin, “La ‘ciudad’ y el ‘territorio’ como capital fijo”, en La ciudad del capital y otros escritos, pp. 61—72.

^ 3 Ibid., p. 62.

^ 4 Idem.

^ 5 Véase Bolívar Echeverría, “‘Renta tecnológica’ y capitalismo histórico”, en Mundo Siglo XXI, núm. 2, otoño 2005, Centro de Investigaciones Económicas, Administrativas y Sociales, Instituto Politécnico Nacional.

^ 6 Véase idem., p. 19.

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