Del anestesiamiento del alma a la (re)existencia barroca*

Lucia Linsalata


En uno de sus textos, Nicolás Gómez Dávila (2009), pregunta: “¿un aforismo dice, insinúa, argumenta, arremete, aniquila, interroga, deslumbra, sorprende? No sé”, se contesta, “pero sospecho que puede ser todo eso”.

  La sospecha del filósofo colombiano no podría ser más cierta a la hora de aventurarse en la lectura de los aforismos reunidos en este inusual, pero sin duda fascinante, libro de Bolívar Echeverría, que lleva el título de Ziranda.

  En las pocas páginas que integran el libro, Echeverría dice mucho, acerca muchos temas: del mestizaje; del comportamiento barroco; de la cultura política latinoamericana, del Estado moderno; de la lógica parasitaria del valor, de la ceguera del progreso; de la “muerte de los dioses”, de la barbarie sobre la cual se edificó la modernidad; y de la catástrofe que, sin saber ni sentir, presenciamos todos los días. Cada aforismo insinúa una idea e invita al lector a explorar sus derivas. En algunos de ellos, el autor argumenta con generosidad jugando con una multiplicidad de imágenes cinematográficas; en otros, deslumbra por su tono lapidario; en otros más, arremete con dureza contra el Estado, el mercado y su carácter “totalitario” y corrupto. En todos los textos, no deja de sorprender la mirada aguda y profunda que Echeverría lanza sobre la realidad. No porque las y los lectores que han tenido la oportunidad de explorar la obra de Echeverría no estén ya familiarizados con ella, sino porque la pluma del autor tiene la virtud de no dejar indiferentes, de sacudir el pensamiento, de abrir más caminos para la reflexión o regresar sobre los ya recorridos con nuevas luces.

  En esta breve presentación, quisiera trasmitirles algunas de las sacudidas que la lectura de Ziranda ha provocado en mí e invitar al auditorio a recorrer dos movimientos del pensar por los que el texto fue encaminado mis sentires y reflexiones. Ambos llevan un título: el primero se llama “Del anestesiamiento del alma a la muerte impuesta”; mientras que el segundo, se titula “De la muerte impuesta, a la (re)extistencia barroca”.

 

Primer movimiento: del anestesiamiento del alma a la muerte impuesta

En uno de los últimos aforismos del libro, a lado de un laberíntico dibujo de Alberto Castro Leñero que bien refleja el contradictorio sentir de la vida moderna, leo: La modernidad establecida, la capitalista, requiere para su vigencia óptima de un tipo muy especial de “alma” humana, un alma capaz de vivir con naturalidad, con una aceptación profunda, que permite borrarla del campo de la percepción, la contradicción que hay entre el proyecto del mundo social espontáneo, centrado en los valores de uso, y el proyecto del mundo capitalista, centrado en el valor económico abstracto y su autovalorización. Un alma capaz de vivir como no-existente el sacrificio que fundamenta esta modernidad, y que se repite de instante a instante, del primer proyecto en beneficio del segundo (Echeverría, 2019: 56).

La pluma de Echeverría tiene la virtud de no dejar indiferentes, de sacudir el pensamiento, de abrir más caminos para la reflexión o regresar sobre los ya recorridos con nuevas luces

  Muchas imágenes, acompañadas de sensaciones contradictorias, asaltan mi mente al terminar de leer este pasaje del libro. Supongo que el juego de evocaciones cinematográficas que Echeverría teje a lo largo de varios de sus aforismos, atrapó de algún modo mi imaginación. Sin embargo, en esta ocasión, las imágenes que afloran en mí no vienen de la pantalla, sino de una memoria más íntima que me acompaña desde mi primera infancia.

  El reconocimiento del sacrificio de los valores de uso, o mejor dicho, la reducción del valor de uso de la vida a la medida del valor, ese sacrificio al que la vida moderna nos condena instante tras instante, se hace conciencia en mi a través de una extraña sensación de desarraigo y nostalgia profunda. Una sensación en la que la añoranza por una vida siempre amada y nunca plenamente vivida, se mezcla con la tristeza abismal que me deja el saber que el mundo, que alguna vez amé, está por desaparecer. Su desaparición se ha ido consumando lentamente, a lo largo de décadas, a partir de lo que Bolívar Echeverría define como “un automatismo apenas perceptible” (Echeverría, 2019: 56) a través del cual “un mundo reprimido, acosado por la culpa, dominado por la disciplina productivista que le impone su doble automatizado, el Mundo de las Mercancías” (Echeverría, 2019: 58) anestesió nuestras almas campesinas, para arrojarlas al sin sentido y a la desmemoria del huracán Progreso.

  Ese mundo sacrificado, como muchos otros mundos, al “dios Valor”, tiene en mí el olor a tierra de las manos de mis abuelos y el sabor a pastas amasadas en casa por la fuerza de mis abuelas; huele a humo de chimenea en las noches de invierno y a trigo cosechado en las tardes de verano; amanece con el rebuznar de los burros y sobrelleva las fatigas del día con cantos antiguos y ríos de vino tinto. Habla dialecto, tiene el rostro curtido por el sol de los “zappaterra” y la mirada profunda de los “terroni”. Dos palabras italianas, “zappaterra” (labradores de tierra) y “terroni” (gente de la tierra),  cargadas ambas de mucha poesía, por la referencia al vínculo profundo con la tierra que ha marcado históricamente la cultura del mundo en que nací, el mundo campesino del Sur de Italia; dos palabras que, sin embargo, han sido usadas siempre de manera despectiva por “los modernos” del Norte, para señalar la lejanía de los hombres y de las mujeres del Sur de la “vida verdaderamente civilizada”, aquella vida hecha a medida y semejanza del capital.

  Fue necesaria una guerra civil y la ejecución de muchas y muchos campesinos, que el gobierno de la naciente Italia llamó de forma despectiva “briganti” (bandidos), para domesticar a las “almas improductivas” del Sur. Y, junto con ella, fue necesario propiciar también una gran cantidad de vergüenza, para blanquear los cuerpos e inculcar la necesidad de rechazar lo propio en pos de la adopción de una nación ajena y un modelo de modernización profundamente exógeno, como Echeverría (1995: 191) lo ha definido en “15 tesis sobre la Modernidad”. Pero, al final, la Modernidad capitalista llegó al Sur en el que nací, así como lo hizo y lo sigue haciendo, de manera sin duda mucho más sangrienta y depredadora, en América Latina y en una multiplicidad de otros Sures del mundo, por los que esta modernidad impuesta no será nunca la misma modernidad del Norte.

  Dice Echeverría en otro aforismo del libro, titulado “Gato por liebre”:

La misma modernidad que mira por encima del hombro a las sociedades “primitivas”, basadas en el despotismo y la represión sangrienta, asienta ella también los triunfos de los que se enorgullece sobre otra piedra para sacrificios humanos, sobre la “esclavitud moderna” del trabajo asalariado y el genocidio no siempre “imperceptible” de los marginados y los colonizados (Echeverría,2019: 50).

Para poder encajar en esta modernidad impuesta, elevada sobre el rechazo de las formas tradicionales y la degradación permanente de los pueblos campesinos e indígenas del mundo a “naturaleza salvaje” o “barata”, pareciera que al Sur no le queda otra opción que la de aceptar su derrota, de traicionarse a sí mismo, de anestesiar su alma, de desdibujarla hasta lo irreconocible.

  Ha sido sin duda ésta, nos dice Echeverría, la elección que las capas poderosas de las sociedades latinoamericanas escogieron cuando elevaron sus Estados naciones sobre la negación de las que el autor ha llamado “las naciones naturales” de este continente; cuando cegadas por su ethos realista dieron paso a la creación de Estados eternamente dependientes, que no dejarán de ser nunca una versión teatralizada del mundo occidental que buscan permanentemente imitar. Ha de haber sido esta también, la elección de los viejos populismos latinoamericanos y de los nuevos, disfrazados de progresismos, que cegados por su ethos romántico no han dejado de sacrificar los valores de uso de los pueblos de Nuestra América en pos de un desarrollo en beneficio de pocos; de una promesa efímera de abundancia que hoy avanza con la violencia destructiva y etnocida de todo tipo de megaproyectos sobre los territorios del continente. ¡Nuestro México ensangrentado no es una excepción!

  Echeverría escribe, en otro de los aforismos de Ziranda titulado “Todos somos indios”: Todo derecho, por acá, es un privilegio, y el privilegio, como su nombre lo indica, es para pocos; los demás debemos agradecer que no nos maten (Echeverría, 2019: 21). Voces de protesta emergen desde mi yo indisolublemente entramado con otras; objetan ante esta última cita de Echevería: “Nosotras, las mujeres, en esta modernidad capitalista, ni siquiera podemos agradecer que no nos maten. A decenas por día, nos matan en todo el mundo bajo la mirada cómplice de gobernantes indiferentes y corruptos. Y aun así, aún y si nos matan, no dejamos de luchar porque VIVAS NOS QUEREMOS".

 

Segundo movimiento: De la muerte impuesta a la (re)existencia barroca

¿Hay otras opciones para el Sur? ¿Qué otras posibilidades de existencia hay adentro de las reglas establecidas por la modernidad capitalista, para las y los colonizados, para las y los marginados, para las y los desterrados, más allá del “anesteciamiento del alma” y la muerte impuesta?

  Echeverría ha dedicado una parte significativa de su obra a construir un mirador, el ethos barroco, desde el cual se alcanzan a ver posibilidades de existencia para el Sur que, por lo general, no se ven o no se valoran. Se trata de la multiplicidad de posibles formas de existencia barroca que pueden emerger desde aquella que el autor ha llamado en otros textos “la performance sin fin del mestizaje” (Echeverría, 2002), cuando ésta es vivida a partir de una autoconciencia que el filósofo define -en uno de los aforismos del libro- como una autoconciencia alegre y autosatirizadora de la inferioridad de clase, de etnia, del nivel cultural, etc. Una autoconciencia que, cito textualmente:

(...) no se abruma sino se rescata, que se recobra en el otro escenario, el festivo-estético, dejando de lado, tal vez no con desdén, pero sí con humor, el escenario de lo real, donde reinan los triunfadores. Una conciencia que llega bailando el cha-cha-cha (Echeverría, 2019: 31).

Esta autoconciencia alegre, este comportamiento espontáneo propio de las y los de abajo, capaz de afirmar la vida en medio de la muerte impuesta, es la esencia del ethos barroco.

Esta autoconciencia alegre, este comportamiento “espontáneo” propio de las y los de abajo, capaz de afirmar la vida en medio de la muerte impuesta, de relanzar su carácter cualitativo en medio de las asfixiantes condiciones de subordinación hacia las cuales el mundo del capital nos acorrala, es la esencia del ethos barroco; y representa, para Echeverría, un arte popular de la (re)existencia de la que hay mucho que aprender.

  (Re)existencia porque, resistir de forma barroca implica siempre la posibilidad de una recreación en el plano de lo imaginario de las posibilidades de co-disfrute y co-creación colectiva inscritas en la dimensión cualitativa de los valores de uso, aquella dimensión que la lógica del valor nos obliga a sacrificar todos los días. (Re)existir de forma barroca implica rechazar de algún modo este sacrificio, para hacer estallar desde la forma social impuesta, una multiplicidad de otras formas sociales en las que “la presencia de la humanidad en mestizaje” – como le llama Echeverría (2019: 18) en otro de los aforismos de Ziranda – puede emerger en toda su creatividad.

  Vuelvo a recuperar otro pasaje del libro; esta vez se trata de unas líneas del aforismo titulado “Barocchissimo”.

(…) no sufrir lo que le es impuesto a uno por las circunstancias, achicándose para que lo poco que llega sea suficiente, sino asumirlo como decidido por uno mismo, y de este modo transformarlo, convirtiéndolo efectivamente, en la medida de lo posible, en algo que es “bueno” en un segundo nivel, trascendente del primero (en el cual, sin duda sigue siendo un “mal”): esto es comportarse de manera “barroca” (Echeverría, 2019: 19).

Una multiplicidad de nuevas imágenes y recuerdos vuelven a invadir mi mente ante esta otra cita del libro. Por brevedad, escojo uno de mis favoritos. La sonrisa burlona, sabor a chicha de Don Hernán, minero orureño relocalizado del barrio de Villa Pagador en la Zona Sur de la ciudad de Cochabamba (Bolivia), cuando presume con orgullo, ante los ojos incrédulos de unos cuantos europeos, una de sus invenciones tecnológicas más elaboradas y exitosas: el viejo motor de un Nissan 2000 adaptado como generador de energía eléctrica para operar la bomba de agua de uno de los pozos que abastecen de agua potable a un acueducto comunitario, integrado por cientos de familias de su barrio. Una pieza extraordinaria de ingenio popular, una obra maestra de ingeniería barroca, que nos demuestra cómo es posible hacer estallar una nueva posibilidad de uso gozoso y satisfactorio, de una condición de escasez material impuesta, pero no asumida como ineludible.

  Una última reflexión final para concluir. El ethos barroco al que Bolívar Echeverría ha dedicado muchas páginas de su obra, es por definición un comportamiento ambiguo y polifacético; no implica una ruptura radical con la vida capitalista, aunque no acepte el sacrificio del valor de uso que ésta nos impone. Sin embargo, me atrevería a decir que el cultivo de esta fidelidad barroca a la dimensión cualitativa de la vida es, para Echeverría, una virtud imprescindible para vislumbrar horizontes de vida post-capitalistas; para buscar salidas de emergencia de esta modernidad impuesta y construir refugios, en el sentido que nos propone Donna Haraway, donde el valor de uso de la vida pueda regenerarse en medio de la barbarie capitalista.

  ¡Queda sin duda pendiente la gran tarea, para quienes quieran asumirla, de seguir explorando la mirada que el filósofo nos propone!

 

Bibliografía

Gómez Dávila, Nicolás (2009). Escolios a un texto implícito. Ediciones Atlanta. España.

Echeverría, Bolívar (1995). Las ilusiones de la modernidad. UNAM/ El equilibrista. México.

Echeverría, Bolívar (2002). “La clave barroca en América Latina." Página web: Bolívar Echeverría. Discurso crítico y filosofía de la cultura.

Echeverría, Bolívar (2019). Ziranda. Era, México.

 

REFERENCIAS


^ * Lucia Linsalata, “Del anestesiamiento del alma a la (re)existencia barroca”, presentación del libro de Bolívar Echeverría, Ziranda, prólogo Isaac García Venegas; Alberto Castro Leñero (ilustrador), Era, México, 2019; Coloquio Internacional. Discurso crítico y blanquitud. Bolívar Echeverría (1941—2010). In Memoriam; organizado por el Seminario Universitario de la Modernidad: Versiones y Dimensiones, 28 y 29 de octubre de 2020. Este texto fue publicado “Del anestesiamiento del alma a la (re)existencia barroca. Reflexiones en torno a Ziranda de Bolívar Echeverría” en Bajo el volcán. Revista del posgrado de sociología, BUAP, Año 5, núm. 9, noviembre 2023 - abril 2024. Agradecemos a la autora permitirnos publicar su texto en este sitio web.

Creative Commons License

2017 bolivare.unam.mx

Powered by DailyMatrix