Bolívar Echeverría y los avatares de la crítica*

David Gómez Arredondo


Volver a plantearse los ejes del discurso multifacético y multidimensional de Bolívar Echeverría, tal y como se ven reflejados en Las ilusiones de la modernidad, representa todo un reto. Se trata de un conjunto de escritos cuyas primeras versiones datan de diversas fechas, que van desde 1987 hasta 1993. Regresar a ellos y postular no sólo su vigencia, sino al mismo tiempo su inscripción, su condición y marca epocal podría permitirnos fijarnos en aquellas dimensiones, por decirlo así, virtuales y latentes de la realidad sociohistórica finisecular que la aguda y perspicaz reflexión de Bolívar Echeverría alcanzó a captar. Porque efectivamente, el discurso teórico de Echeverría tenía esa capacidad de apreciar las tendencias seculares, los procesos históricos en sus directrices fundamentales, todo ello al mismo tiempo que ponía en juego una amplia gama de saberes para acercarse a esas realidades.

Será a partir del dominio de la voluntad cósica sobre la vida social, la clave a partir de la cual Echeverría ofrece un panorama crítico de la contemporaneidad, a contracorriente de las perspectivas conciliatorias del mundo presente.

  Las ilusiones de la modernidad condensa y expresa algunos núcleos fundamentales del pensamiento de Echeverría. Vemos allí tanto un ejercicio de lectura de figuras como Heidegger, Lukács o Braudel como una labor reiterada de profundización en la problemática de la modernidad, la cual es examinada desde varios ángulos, aunque siempre atendiendo a lo que sería su sello y su enfoque particular, en el que se la analiza en cuanto modernidad capitalista. Será a partir del predominio del objeto mercantil en lo real social –de ese dominio de la “voluntad cósica” sobre la vida social– la clave a partir de la cual Echeverría se acerca para ofrecer un cuadro, un panorama crítico de la contemporaneidad que va a contracorriente de perspectivas conciliatorias y tranquilizadoras del mundo presente.

  En lo que sigue, me centraré en un momento de Las ilusiones de la modernidad, en la apreciación que a fines del siglo XX hacia Echeverría de los perfiles y las líneas básicas del mundo sociohistórico, así como sus perspectivas en torno a las alternativas y las potencialidades que se presentaban entonces.

  Si nos situamos en el núcleo de “1989”, el texto que abre el volumen y que fuera publicado originalmente en la revista Cuadernos políticos,1 justamente lo que está en juego es el carácter ambiguo y abierto del derrumbe del “socialismo real”. Bolívar Echeverría nos habla de un “símbolo en suspenso”, con la caída del muro de Berlín se cierra un ciclo histórico y se genera la posibilidad no sólo de una actitud celebratoria acerca del capitalismo como único horizonte posible y deseable, sino que se abrirían también las perspectivas para replantearse el proyecto socialista. De hecho, sabemos que lo que predominó en esas décadas posteriores al derrumbe del “socialismo real” fue la instauración a gran escala de una estrategia de “contrarrevolución” y contención comandada por el capital, un proyecto sistemático de despojo de valor y de trabajo excedente, acompañado de nuevas formas de disciplinamiento y de control de la fuerza de trabajo. Resulta quizá difícil apreciar de manera sintética cómo en la encrucijada histórica correspondiente al fin de siglo, en el contexto del tránsito acelerado hacia una nueva modalidad de unificación planetaria, ahora guiada por las tecnologías informáticas, comunicacionales y representacionales el capitalismo se posicionaba no sólo como dominante y hegemónico sino como la única opción y alternativa. Frederic Jameson, entre otros, ha indicado la manera en que al insertarse a profundidad en el plano de la “cultura”, el capital ha transfigurando en figura mercantil el conjunto de la producción estética y simbólica y ha convertido en escenario de su actividad la esfera de la subjetividad y la afectividad.

En vez de plantearse una posible recuperación del ejercicio de la soberanía, del marco decisorio del sujeto político, el escenario de las democracias arroja una imposición perpetua de los dictados del capital.

  Entonces tendríamos un cuadro finisecular de ampliación y extensión de la figura de la mercancía capitalista, proceso que implica el dominio de ese sujeto “automático”, de esa sujetidad “cósica”, que suplanta la actividad del sujeto social. En “1989” se nos recuerda la existencia de ese “infierno” capitalista, específicamente en la periferia mundial y, al mismo tiempo, se señala que el socialismo, si es que iba a sobrevivir como programa, tendría que replantearse sus vínculos con el proyecto moderno.

  Echeverría será muy incisivo en sus reflexiones en torno a los alcances de la democracia que, basta recordar, se presentaba en el discurso ideológico dominante como la forma política por antonomasia, que vendría a resolver y a cancelar los antagonismos y las contradicciones de la sociedad capitalista. Al reflexionar en torno al mito moderno de la democracia, se muestra que, en principio, en el marco del funcionamiento de las democracias capitalistas se dejan intocados y sin modificar los mecanismos de funcionamiento del capital y, de hecho, se le ha cedido la soberanía, la capacidad decisoria a ese sujeto automático y sustitutivo. En vez de plantearse una posible recuperación del ejercicio de la soberanía, del marco decisorio del sujeto político, el escenario de las democracias arroja una imposición perpetua de los dictados del capital.

  Dicho lo anterior, convendría solamente apuntar algunas interrogantes, a partir de la distancia que nos ofrece al tiempo transcurrido. ¿Cómo es viable prolongar ese discurso crítico en torno a la modernidad capitalista? A lo largo de una parte importante de su propia obra, a Bolívar Echeverría lo intrigó ese principio dominante de la modernidad, el valor que se valoriza, como un principio que exige el sacrificio y la subordinación de las capacidades y necesidades humanas, las cuales sencillamente tienen que someterse a ese principio “abstracto”. De hecho, la temática de la insubordinación o la insatisfacción con el principio dominante de la modernidad vigente le dio mucho que pensar.

 

 

 

REFERENCIAS


^ * El presente texto fue leído por el autor como presentación del libro de Bolívar Echeverría, Las ilusiones de la modernidad, México, ERA, 2018; el 4 de marzo de 2019, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Publicado en este sitio web bajo una licencia Creative Commons 2.5: Atribución—NoComercial—SinDerivadas.

^ 1 Cfr. “1989”, en Cuadernos políticos, números 59/60, enero—agosto de 1990, pp. 2—6.

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