¿Por qué reeditar Las ilusiones de la modernidad? (1995), ¿qué hay en este libro que ha merecido más reimpresiones y ediciones (1997/2001/2018) que cualquiera de los otros 12 libros que su autor publicó, incluidos los que coordinó y los dos que se publicaron póstumamente? Las ilusiones de la modernidad ha tenido una reimpresión y dos ediciones en 23 años. Esta reiteración algo quiere decir. ¿Qué es lo que lo hace consumible, deseable, leíble, no solamente desde hace casi un cuarto de siglo sino actualmente? En otras palabras, ¿lo que nos tenía que decir hace poco más de veinte años tiene aún ahora vigencia alguna?
Estas preguntas no son inocentes ni tampoco triviales. De entonces a la fecha el contexto ha cambiado, ¡vaya que ha cambiado! La posibilidad abierta por la “caída del muro de Berlín”, que en palabras del propio Echeverría, planteaba a los seres humanos la disyuntiva entonces vigente de decantarse por la utopía socialista o la biografía del poder planetario, muy rápidamente se fue por el segundo camino. Si quisiéramos entender esta elección desde un ámbito intelectual, bastaría considerar los libros de Francis Fukuyama, Fin de la historia y el último hombre, de 1992, y el de Samuel Huntington, Choque de civilizaciones, de 1996: justificaciones intelectuales que sirvieron para vestir con relativa decencia la expansión de mercados y apropiación de recursos bajo una supuesta guerra contra el terrorismo a partir de 2001, último reducto éste opuesto a la “democracia” y la “civilización” (véase La rabia y el orgullo de Oriana Fallacci). Consecuencia directa e indirecta de ello, ha sido el brutal ecocidio que, en lo que va del siglo XXI, ha colocado al borde del colapso al planeta en su conjunto merced de las decisiones instrumentales de la valorización del valor, etcétera. A tal grado ha llegado este proceso que, como señaló incisivamente Frederic Jameson, pareciera que ahora es más fácil aceptar el fin del mundo que cambiarlo.
Entones, si el contexto ha cambiado, por qué este libro, Las ilusiones de la modernidad, sigue siendo atractivo para los lectores, ¿cuál es su vigencia? La respuesta más obvia es que en este libro se encuentra el ensayo “Modernidad y capitalismo (15 tesis)”, que a juzgar en virtud de este tema de las reediciones (soy consciente de que el mundo virtual puede indicar otra cosa), se ha convertido en el ensayo estelar de la obra de Echeverría y del libro mismo. Es evidente que de los nueve ensayos que lo conforman, es éste el señero.
Pero hay otra respuesta. En su segunda edición, publicada en 2001 en Quito, Ecuador, por la editorial Trama Social, se afirma que en este libro se encuentra condensado gran parte del pensamiento de su autor. Dicha afirmación se hizo nueve años antes de la muerte de Bolívar Echeverría y nueve años antes de la publicación del libro Modernidad y blanquitud, que en rigor es uno de los dos libros póstumos de Bolívar Echeverría –junto con Modelos elementales de la oposición campo-ciudad. Anotaciones a partir de una lectura de Braudel y Marx– y que se ha convertido en el segundo libro en importancia (si se considera sus 2 reediciones), incluso por encima del legendario El discurso crítico de Marx.
¿Qué tan precisa es esta afirmación a 17 años de haber sido formulada?, ¿podemos seguir sosteniendo esta idea de que Las ilusiones de la modernidad condensa gran parte del pensamiento de su autor ahora que su pluma, su pensamiento, su mirada se ha detenido definitivamente?
Desde la perspectiva actual, más que eso, podría decirse que este libro muestra claramente el movimiento general de su pensamiento desde El discurso crítico de Marx (1986) hasta Modelos elementales de la oposición campo-ciudad. Anotaciones a partir de una lectura de Braudel y Marx (2013). Por supuesto, esta afirmación a su vez depende de cómo nos aproximemos al conjunto de su obra, es decir, qué orden le demos, más allá del meramente cronológico.
La libertad del lector consiste en gran medida en violentar el orden que el autor da a su obra. Para el autor, este orden depende de una tensión conflictiva entre circunstancias aleatorias y planeadas; en cambio, el lector puede darle un orden deliberadamente distinto. Éste se enfrenta a un conjunto dado (particularmente si es finito como en el caso que nos ocupa) con el que puede jugar a formar cuantos rompecabezas le plazca. En una decisión en principio arbitraria (aunque no lo es tanto), la obra de Echeverría (sus 13 libros, publicados entre 1986 y 2013, con un particular énfasis en la década de los años noventa, en la que publicó seis libros: Conversaciones sobre lo barroco, 1993; Modernidad, mestizaje cultural y ethos barroco, 1994; Las ilusiones de la modernidad, 1995; La modernidad de lo barroco, 1998; La contradicción del valor y valor de uso, 1998; Valor de uso y utopía, 1998 ), puede ordenarse en cuatro grupos.
Grupo A (Análisis y contribución al discurso crítico de Marx)
El discurso crítico de Marx
La contradicción del valor y valor de uso
Valor de uso y utopía
La mirada del ángel
Grupo B (Propuesta personal y novedosa de BE)
Las ilusiones de la modernidad
Modelos elementales de la oposición campo-ciudad. Anotaciones a partir de una lectura de Braudel y Marx
¿Qué es la modernidad?
Grupo C (Tema engarce)
Definición de la cultura
Grupo D (Derivaciones de la modernidad)
La modernidad de lo barroco
Modernidad, mestizaje cultural y ethos barroco
Conversaciones sobre lo barroco
Grupo D1
La americanización de la modernidad
Grupo D2
Modernidad y blanquitud
De igual forma, desobedeciendo el orden dado por Bolívar Echeverría a los ensayos contenidos en Las ilusiones de la modernidad, todos ellos escritos en diferentes momentos y circunstancias, podríamos plantear que el punto de partida del libro en realidad son los ensayos: “Lukács y la revolución como salvación” (1985) y “Heidegger y el ultranazismo” (1989). Ambos ensayos pertenecen a la década de los años ochenta. Su tematización se encuentra fuertemente vinculada a los ensayos de El discurso crítico de Marx (Grupo A). En ambos, Echeverría sigue la misma lógica: subraya las aportaciones para el pensamiento crítico de cada uno de los autores (uno, la recuperación de la centralidad de los conceptos fetichismo y cosificación; otro, la relevancia de una nueva originalidad en el discurso filosófico), pero le importan sobre todo sus limitaciones: en Lukács, la insuficiencia de su planteamiento teórico que describe el conflicto entre el hombre despojado de sujetidad y la sujetidad cosificada en el capital, sin posibilidad de hallar asidero real a la revolución, y en Heidegger, su sorprendente incapacidad para dialogar con lo planteado por Marx, particularmente en lo referente a la modernidad y la técnica.
De aquí que el ensayo “Modernidad y capitalismo (15 tesis)”, dentro del libro, sea el ensayo que, en diálogo crítico con aquellos autores, busque subsanar esas insuficiencias sin renunciar a sus contribuciones. Este ensayo se inserta de lleno en el Grupo B. Lo que en él quiere su autor es entender la modernidad, no deshacerse de ella. Esta es una apuesta diametralmente distinta a lo que comenzaba a suceder con la posmodernidad y lo que actualmente sucede con un rechazo tajante a lo moderno mezclado con lo Occidental, lo colonial y hasta cierto punto lo capitalista. Echeverría pensaba que la problematización del capitalismo, iniciada por Marx, es una vía privilegiada para la comprensión de la modernidad, una de cuyas características centrales es la idea misma de revolución, la utopía terrenal que ella trajo consigo en distintas momentos: en el ámbito político (La Ilustración), la Revolución industrial (progreso técnico), socialismo (Reino de libertad y justicia).
La tragedia que Echeverría detectó consiste en el hecho de que somos irremediablemente modernos pero sin revolución, sin utopía terrenal. Pienso que este es el eje central a destacar, porque en buena medida sobre él nuestro autor construyó los ensayos “1989” y “A la izquierda”. En el segundo, no solamente postuló una distinción central entre el mito de la revolución y la idea de la revolución, sino que refrendó la relevancia de esta última aunque fuese solamente como un “instrumento del pensar” para explicar una de las cuatro salidas de la transición, cuando hay un desajuste entre sustancia y forma: reforma y reacción, revolución o barbarie. Sin embargo, la pregunta fundamental que se hace Echeverría a partir de esta distinción es si en rigor cualquier proyecto político de izquierda puede pensarse sin revolución y sin socialismo, y de modo más radical, constatado el fracaso del “socialismo realmente existente”, si la actividad revolucionaria, vale decir de izquierda, puede en virtud de una universalidad abstracta desentenderse de cualquier “cultura política” concreta. De manera un tanto sorprendente, estos dos ensayos, ubicados en el Grupo B, apuntan ya al Grupo D (Derivaciones de la modernidad, particularmente el barroco), al que por cierto, también apuntaba ya, de manera esencial, el ensayo “Modernidad y capitalismo. 15 tesis”.
Por demás interesante es que, a su vez, ambos ensayos encaminan al llamado “La identidad evanescente”. En éste, Echeverría insistió en la universalidad concreta de las identidades, entendidas no como substancias sino como evanescencias construidas a través del mestizaje cultural y la codigofagia. En la cuarta parte de este ensayo, la mirada de Echeverría estaba ya puesta en América Latina, advirtiendo precisamente lo que después, al tematizar el barroco, señalaría con más precisión: allí surgió una estrategia de vida espontánea para vivir dentro del capitalismo. Este ensayo no solamente se inserta de lleno en el Grupo D sino que se inscribe de alguna manera en el Grupo C (tema engarce).
Ahora que se reedita este libro de Las ilusiones de la modernidad, y a partir de la lectura arbitraria que de él expongo, cabe una pregunta un tanto impertinente para el canon interpretativo que se ha establecido sobre la obra de Bolívar Echeverría. ¿La publicación de su libro, Definición de la cultura, en 2001, no vino a afianzar una interpretación preponderantemente cultural de cuádruple ethos de la modernidad, particularmente del ethos barroco, en detrimento de su perspectiva política? ¿No es acaso su ensayo “Posmodernidad y cinismo” un lúcido reclamo político desde una aproximación crítica a la modernidad capitalista? En él describe con toda claridad el proceso por medio del cual el valor, como sujeto automático, usurpa la necesidad de identidad, de socialidad, de organización política de la sociedad, y que llegado a su estado actual, vuelve inoperantes los mitos modernos fundacionales (revolución, nación, democracia) (Grupo D1 y D2). Es evidente que a lo largo de todo el libro Echeverría lanzó una diatriba contra la posmodernidad, por lo menos la que apareció con Lyotard, e incluso, en este ensayo en particular, sugirió que más que un ataque a la modernidad en cuanto tal, la posmodernidad se había convertido la expresión intelectual del derrumbe de esos mitos fundacionales tan propios de la modernidad capitalista. Además, hizo un cuidadoso y prudente llamado de atención para, ante este páramo lleno de ilusiones frustradas, no escapar hacia atrás, hacia las culturas arcaicas, premodernas, sino para ir hacia adelante, hacia donde la modernidad misma abrió sus posibilidades de utopía terrenal, hacia la ilusión en su significado de esperanza y viva complacencia.
En cierto modo, este libro es un diálogo interesantísimo del autor con varios pensadores, pero muy claramente con Lucaks, Heidegger, Marx y Braudel. De cada uno de ellos, Echeverría recuperó sus contribuciones, ubicó sus deficiencias, y se propuso construir allí mismo. No viene al caso ahora decir todo lo que recuperó de Marx, pero sí de Braudel. Tengo la sospecha de que sonreiría irónicamente al percatarse que su propuesta del cuádruple ethos de la modernidad y el ethos barroco en particular, es visto más desde el lado de la “comprensión” braudeliana que de la crítica marxiana. Imagino su gesto al darse cuenta de que, como de alguna manera puede concluirse después de leer a Braudel, su propuesta es lanzada del lado del espectador fascinado y acucioso, un tanto lejos del filósofo que desea transformar al mundo. Aunque su ensayo “Braudel y Marx o la comprensión y la crítica” habla de una complementariedad, no habría que confundirse: la apuesta está en la transformación del mundo de la vida, no solamente en su comprensión.
Quisiera pensar que la presencia de este libro de Bolívar Echeverría a lo largo de poco más de dos décadas se debe a esto que he intentado señalar: a que muestra el movimiento general de su obra, pero sobre todo, a que enfatiza el aspecto político del conjunto de su obra, un aspecto que no se desentiende de la revolución ni del socialismo (como conjunto de negaciones), sino que al contrario, se obligó a pensarlos desde un contexto sumamente desfavorable a esas ideas, propuestas y proyectos. Quisiera pensar que este libro, ahora, puede leerse de un modo más enriquecedor y complejo que ese argumento “latinoamericano” con que se le enarbola, no porque sea erróneo, sino porque de alguna manera lo “cosifica”.
REFERENCIAS
* Texto leído en la presentación del libro Las ilusiones de la modernidad, de Bolívar Echeverría, realizada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) el 4 de marzo de 2019. Publicado en este sitio web bajo una licencia Creative Commons 2.5: Atribución—NoComercial—SinDerivadas.